lunes, 18 de enero de 2021

Los mandamientos son sendas abiertas para un camino de perfección


*Aquel que es la fuente de la felicidad del hombre, fiel a su amor por el hombre, le da su Ley para restablecer la armonía originaria con el Creador y todo lo creado, y aún más, para introducirlo en su amor.



El bien es obedecer a Dios, caminar humildemente con él practicando la justicia y amando la piedad. Ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley inscrita en su corazón, la ley natural. Ésta no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación. Después lo hizo en la historia de Israel, particularmente con las diez palabras, o sea, con los mandamientos del Sinaí.Los mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior es el amor (cf. Col 3, 14). Así, el mandamiento "No matarás", se transforma en la llamada a un amor solícito que tutela e impulsa la vida del prójimo; el precepto que prohíbe el adulterio, se convierte en la invitación a una mirada pura, capaz de respetar el significado esponsal del cuerpo.

*Fuente: Veritatis Splendor de Juan Pablo II


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