Para el filósofo Gregorio Luri, los seres humanos hemos hallado una forma de rehacer en el tiempo largo lo que hemos hecho mal en el tiempo corto. Es el perdón. En cierta forma, la facultad de perdonar le permite a la persona que ha sido perjudicada conducir de la mano a la persona que la ha perjudicado hasta un reinicio de la acción y, aunque no puede librarlo de su responsabilidad sobre las consecuencias nocivas de sus actos, sí puede disminuirle o incluso anularle el sentimiento de culpa. Obviamente para que el perjudicado perdone, debe ser generoso y no un adicto a la emotivista exhibición de sus heridas. Puede darse el caso de que perdone una monstruosidad que a la mayoría nos parezca imperdonable. Para corresponder al perdón de forma verosímil, no hay otra que el fortalecimiento de nuestra fidelidad, porque el perdón nunca está garantizado. No es fácil perdonar lo imperdonable. Por eso la vigencia de la creencia en Dios y la excentricidad existencial de los héroes morales.El héroe moral no solo es capaz de perdonar lo imperdonable, sino que puede hacerlo a cambio de nada. Los que somos meros héroes triviales, dice Gregorio Luri, solemos pedir a cambio de nuestro perdón el compromiso de que algo no volverá a ocurrir, una promesa de fidelidad con lo irrepetible. Esta es la manera habitual de reconstruir los nexos dañados y fortalecer la confianza mutua.
Lo admirable no es que cambiemos, sino que, cambiando, sigamos siendo predecibles, fiables, capaces de perdonar y de mantener nuestra fidelidad a la palabra dada.
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