miércoles, 19 de noviembre de 2025

El antisemitismo durará tanto como el tiempo mismo


¿Cómo es posible que el destino de un país más pequeño que una región italiana o que dos departamentos franceses pueda tener tanta repercusión en el futuro del mundo? ¿Por qué 9 millones de judíos que reclaman una tierra tan diminuta son un escándalo para 2.000 millones de musulmanes, que poseen 57 países y afirman la unidad de la Ummah? También podríamos preguntar directamente: ¿por qué el Verbo se hizo judío?
No podemos dejar de verlo, aunque hay que creerlo. Este pueblo está marcado por una elección que es el primero en no comprender. El judío puede no tener fe en Dios, pero Dios sigue teniendo fe en él, apartándolo de las naciones, casándose con él para bien o para mal, y encargándole finalmente la misión de aguafiestas y revelador... Tan pronto como el orden mundial quiere cerrarse sobre sí mismo, ahí está él, desconcertante e inquietante, irrupción de la trascendencia a pesar suyo. En la era de los nacionalismos se le critica por ser demasiado cosmopolita; en la era de la globalización, por ser demasiado nacionalista. ¿Se le retrata como un Rothschild? Aquí está Einstein. Aquí está Marx (Karl o Groucho). Incluso sus esfuerzos por asimilarse completamente acaban discriminándole. Se convierte en el más austriaco de los escritores austriacos, como Stefan Zweig, algo que el Hitler austriaco no podía soportar. Incluso Super-Man es una invención de Siegel y Shuster, descendientes de inmigrantes judíos de Ucrania y Lituania; y Astérix el Galo, de Goscinny, nieto de un rabino polaco...
Con semejante escándalo, podemos predecir que el antisemitismo durará tanto como el tiempo mismo. Al igualitarista no le gusta el judío porque es recalcitrante a su máquina niveladora; el antisemita es superior a él porque tiene el instinto de lo sobrenatural. Presiente que algo extraño sucede con el judío, algo más extraño que lo que sucede con el simple extranjero.Esta elección no es precisamente ningún enchufe, al contrario, es la exigencia de una rectitud a prueba de todo, a no sucumbir a la tentación del orgullo y del desprecio, a mantener, una vez más, el honor en medio del horror.
Al hacer esta constatación, no estoy ofreciendo una solución (¡gracias a Dios! una solución sólo serviría para separar el trigo de la paja). En realidad redoblo el problema. No se puede ser pacifista, hay que responder a la agresión; no se puede ser belicista, no basta con reaccionar. Necesitamos un jefe de guerra llevado en las alas de la Paloma, que sólo desenvaine la espada para plantar el olivo.Este doble problema era ya el de Juana de Arco. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario