miércoles, 26 de noviembre de 2025

El tiempo es imposible vencerlo, guardarlo, almacenarlo


La sencillez del tiempo es una mampara que oculta su complejidad. Es imposible vencerlo, guardarlo, almacenarlo… Los ecologistas dicen que es un recurso no renovable. Los poetas aman las horas demoradas y describen sin prisa el amor. Algunos adoran el silencio y agradecen el mutismo del tiempo. Otros, en cambio, persiguen la luz y aguardan impacientes la llegada de los amaneceres. Los místicos se asoman al lado íntimo de las horas y nos recuerdan que el alma no lleva reloj. En cualquier caso, el eco de ese flujo permanente está insertado en cada una de las células de nuestro cuerpo, contribuye a construir el trazo de nuestras vidas, envuelve los hechos con la medida exacta del placer y el dolor. Nos modela como un escultor maneja la materia prima.
Pero existe una vocación de libertad que nos permite a los humanos manejar a nuestra vez el tiempo. Es la fuerza de la vida que transportamos, la búsqueda del equilibrio que requieren mente y cuerpo, la vocación de crear y vencer al caos, la capacidad de nombrar lo que ocurre, también de ponerle nombre a las épocas, intervalos, vaivenes que construyen nuestra historia.Y así, forcejeando con lo que se impone y los sueños, abrazamos el instante, dialogamos con los relojes, y sometemos la fragilidad de nuestras vidas al proyecto de hacerlas mejores, de dejar una huella feliz a nuestro paso por el mundo, de superar el vértigo de una muerte inevitable haciendo de cada existencia una obra de arte. Escribimos la vida en el tiempo y nos arriesgamos a hipotecarlo cuando llega la llamada de las prisas. El trabajo, el dinero, el éxito… nos impulsan a correr. Tenemos necesidad de acercarnos a los otros, de escuchar, compartir… Y también de disponer de recursos materiales, de ir creciendo profesional y humanamente. Aparece entonces la aceleración por hacer, por querer estar en todo, verlo todo, experimentarlo todo… Y olvidamos que la mayor experiencia es el encuentro en paz con uno mismo y con las personas queridas.

Referencia: La sociedad de las prisas de María Novo

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