En el Estrecho de Gibraltar hablamos de redes criminales que han conseguido desafiar al Estado español y a la Unión Europea en uno de los corredores marítimos más transitados del planeta. Las narcolanchas que cruzan entre Marruecos y Cádiz representan un fenómeno de seguridad transnacional que ha puesto en evidencia las limitaciones de los cuerpos policiales. La diplomacia de cañoneras aplicada al Estrecho supone plantear si la Armada debe asumir un papel más activo. No se trata de bombardear lanchas con fragatas, sino de utilizar la superioridad naval como factor de disuasión y control. La presencia de buques de acción marítima, corbetas y sistemas aéreos no tripulados puede alterar el cálculo de los clanes. Una cosa es desafiar a la Guardia Civil en mar abierto, y otra muy distinta hacerlo frente a la sombra de un buque de guerra con radares y helicópteros. La propia esencia de la diplomacia de cañoneras es utilizar medios militares de forma limitada, sin llegar a la guerra abierta y es empleada en todo el mundo. La Armada no sustituiría a la Policía o la Guardia Civil, pero sí aportaría un respaldo estratégico en situaciones de alta intensidad. Su misión no sería tanto disparar, sino demostrar presencia y capacidad para hacerlo. La disuasión se construye con credibilidad, no necesariamente con fuego real.
El Estrecho de Gibraltar concentra varias particularidades que justifican un enfoque de este tipo. Es un espacio angosto, de tráfico denso y gran valor geopolítico, donde confluyen rutas energéticas y comerciales globales. A la vez, se ha convertido en puerta de entrada de hachís marroquí y cocaína sudamericana hacia Europa. Las mafias han establecido un ecosistema criminal que combina narcolanchas, redes de distribución y control social en barrios costeros. Romper esa dinámica exige algo más que redadas puntuales, requiere recuperar el control del mar. La Armada dispone de capacidades que pueden marcar la diferencia. Los buques de acción marítima, diseñados precisamente para misiones de seguridad marítima, ofrecen autonomía, sistemas de vigilancia y helicópteros embarcados. Integrados con drones y satélites, permitirían cubrir amplias zonas y coordinar operaciones con Guardia Civil y Vigilancia Aduanera. Además, la simple visión de un BAM en aguas del Estrecho transmite el mensaje inequívoco de que el Estado está dispuesto a utilizar su poder naval para proteger su soberanía y frenar el desafío criminal. Las redes de narcotráfico abastecen a mercados de toda Europa y su impacto va más allá de Cádiz o Algeciras. Integrar a la Armada en operaciones conjuntas con otras marinas de la UE podría enviar un mensaje de unidad. Al igual que Estados Unidos muestra bandera en el Caribe, Europa podría hacerlo en el Estrecho, demostrando que considera la seguridad marítima un interés vital compartido.
El Estrecho de Gibraltar concentra varias particularidades que justifican un enfoque de este tipo. Es un espacio angosto, de tráfico denso y gran valor geopolítico, donde confluyen rutas energéticas y comerciales globales. A la vez, se ha convertido en puerta de entrada de hachís marroquí y cocaína sudamericana hacia Europa. Las mafias han establecido un ecosistema criminal que combina narcolanchas, redes de distribución y control social en barrios costeros. Romper esa dinámica exige algo más que redadas puntuales, requiere recuperar el control del mar. La Armada dispone de capacidades que pueden marcar la diferencia. Los buques de acción marítima, diseñados precisamente para misiones de seguridad marítima, ofrecen autonomía, sistemas de vigilancia y helicópteros embarcados. Integrados con drones y satélites, permitirían cubrir amplias zonas y coordinar operaciones con Guardia Civil y Vigilancia Aduanera. Además, la simple visión de un BAM en aguas del Estrecho transmite el mensaje inequívoco de que el Estado está dispuesto a utilizar su poder naval para proteger su soberanía y frenar el desafío criminal. Las redes de narcotráfico abastecen a mercados de toda Europa y su impacto va más allá de Cádiz o Algeciras. Integrar a la Armada en operaciones conjuntas con otras marinas de la UE podría enviar un mensaje de unidad. Al igual que Estados Unidos muestra bandera en el Caribe, Europa podría hacerlo en el Estrecho, demostrando que considera la seguridad marítima un interés vital compartido.
Referencia: Global Strategy. Augusto Conte de los Ríos, Capitán de Fragata de la Armada española .

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