En 1927, Hemingway publica uno de sus relatos más impactantes, Colinas como elefantes blancos.Todo el relato constituye una conversación en la que un norteamericano intenta convencer a su novia de que aborte mientras esperan el tren para Madrid. El hombre le dice a su novia, Jig, que se opere, diciéndole que no es nada grave y argumentando que se trata de un asunto sencillo. Jig se pregunta qué pasará si se somete a la intervención; el hombre le asegura que solucionará todos sus problemas. No la obligará, pero cree que sería lo mejor. Jig dice que lo hará siempre que él siga queriéndola y se quede con ella después. Él le promete que la quiere profundamente; Jig se pregunta, mientras contempla el paisaje y las colinas que parecen elefantes blancos, si alguna vez podrán ser realmente felices tras ello. Los dos debaten largo y tendido y, finalmente, Jig le ruega que deje de hablar. Terminan sus cervezas y suben al tren.Hemingway inmortalizó una conversación no sólo de aquella época, sino de todas las épocas, la de un hombre que intenta desesperadamente eludir su responsabilidad, tratando de persuadir a una mujer que ya es madre de que todavía no lo es, y prometiéndole que al quitarse de en medio al bebé podrán volver a ser felices y todo volverá a ser como antes. Esto es, por supuesto, mentira. No hay finales felices en las historias de aborto.
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