domingo, 2 de marzo de 2025

Mientras los griegos y fenicios surcan los mares, los creyentes de Palestina cambian la representación religiosa del mundo

Son los judíos quienes consiguen imponer el Dios único, afirmar que las estrellas o el mar no son Dios, abandonar a los ídolos. De aquí se van a derivar numerosas consecuencias ideológicas. La naturaleza ya no es divina, ha sido creada, y el hombre está llamado a dominarla. Son las primeras palabras de la Biblia, en el libro del Génesis. El tiempo ya no es cíclico. La historia tiene un sentido, el de la salvación. El mundo creado está incompleto, pero al final se realizará. Esto es lo que se conoce como mesianismo, cuyas implicaciones son enormes. El futuro puede ser mejor que el pasado. El tiempo ya no es una rueda, es una flecha que va hacia algún lugar. El cambio deja de ser una maldición; al contrario, los profetas (aquellos que hablan en nombre de Dios) lo piden en sus plegarias. De este modo aparece en la historia de los hombres la idea de progreso. El judaísmo impone igualmente la idea de persona. Si Dios es “Uno”, el hombre también es alguien. El individuo ya no es despreciable, la injusticia deja de ser aceptable. Por otra parte, el Dios judío, Yahvé, es un Dios bueno y no una divinidad lunática como los dioses paganos. Ama a su pueblo y a todos los seres, como un amante ama a una mujer. El profeta Isaías pone en boca de Dios: “Por un breve instante, sentí cólera contra ti. Pero es imposible olvidar a la mujer de tu juventud. Entonces, conmovido por una inmensa ternura, me volví hacia ti”. El Cantar de los Cantares, libro bíblico que, en el origen, describe los amores carnales de un hombre y una mujer: “Los brazos de mi amante son cilindros de oro, su sexo una masa de marfil”, dice la mujer, y el hombre responde:”Los senos de mi bienamada son como racimos de palmeras, subiré a la palmera para coger los racimos. Ábreme tu puerta, hermana, compañera”. A lo que la amante replica: “Mi amante avanza la mano por el postigo de la puerta y hace que mis entrañas tiemblen. Hijas de Jerusalén, decidle que muero de amor”. Este texto erótico sirve para que los creyentes entiendan la intensidad del amor de Dios. Acaba con esta sublime afirmación: “El amor es más fuerte que la muerte. Las grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos sumergirlo”. Mientras que los comerciantes griegos y fenicios surcaban los mares, los creyentes de Palestina habían cambiado la representación religiosa del mundo.

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