La utilización del lenguaje como propaganda es un arma política tan sutil como potente. Su utilización es amplia en todos los espacios de la vida, porque los mensajes y consignas lanzados desde la política permean todos los espacios. En unos casos, ocurre de forma consciente, trasmitiendo ideas de forma intencionada y continua; en otros, de modo inconsciente, víctimas del lavado de cerebro al que estamos sometidos, porque terminamos asumiendo, como normales, correctas o verídicas, aseveraciones que nos han ido inculcando por radio, televisión, prensa escrita, redes sociales y, por supuesto, mediante el Boletín Oficial del Estado y sus derivados autonómicos. La resistencia ante la propaganda es muy difícil, porque exige conocimiento y formación personal para discernir no sólo lo que se nos dice, sino lo que se nos quiere decir u ocultar en un momento y en unas circunstancias determinadas. Ese conocimiento es imprescindible no solo para opinar, sino para hablar con conocimiento de causa; con criterio. Y también necesitamos madurez y fortaleza para resistir el bombardeo ideológico y, si es necesario, poder nadar contracorriente y desmarcarse del rebaño. Y requiere honestidad para reconocer posiciones equivocadas o inmorales, y ser capaces de cambiar nuestras decisiones y acciones.
Vivimos en un momento en el que la mentira y los mentirosos campan por sus respetos. Actuemos cuando descubramos una mentira. No dejemos que la impunidad se convierta en norma de convivencia, que la mentira continuada nos anestesie. Ninguno nos merecemos que nos mientan. Ni los jóvenes, ni los ciudadanos que, además, pagamos impuestos, escribe José Luis Hernangómez de Mateo.
Vivimos en un momento en el que la mentira y los mentirosos campan por sus respetos. Actuemos cuando descubramos una mentira. No dejemos que la impunidad se convierta en norma de convivencia, que la mentira continuada nos anestesie. Ninguno nos merecemos que nos mientan. Ni los jóvenes, ni los ciudadanos que, además, pagamos impuestos, escribe José Luis Hernangómez de Mateo.
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