lunes, 26 de septiembre de 2022

Gran Bretaña no tiene que estar a nadie más agradecida que a Napoleón

El general ruso Kutúzov, que deseaba detener el avance de sus tropas hacia el oeste en 1812, una vez expulsadas las tropas napoleónicas de su país, debió de hablar no sólo por cuenta propia cuando puso en duda la prudencia de destruir totalmente a Napoleón, ya que “la sucesión no será para Rusia ni cualquier otra potencia continental, sino para la que ya manda en el mar y cuyo dominio será intolerable”. Sin embargo, aquel resultado final era inevitable. La arrogancia de Napoleón y su negativa a llegar a un compromiso aseguraron, no únicamente su caída, sino también la victoria suprema de su mayor enemigo. Como concluyó Gneisenau, otro general con gran visión de los problemas importantes, “Gran Bretaña no tiene que estar a nadie más agradecida que a ese rufián de Napoleón. Pues gracias a los sucesos provocados por él, la grandeza, prosperidad y riqueza de Inglaterra se han elevado a gran altura. Ella es dueña del mar y, ni en este dominio ni en el comercio mundial, tiene ahora un solo rival a quien temer".





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