lunes, 12 de julio de 2021

El terror fue el rasgo definitorio del régimen de Stalin

Stalin

“El pueblo ruso necesita un zar”, se cuenta que exclamó Stalin en cierta ocasión en 1934. Para muchos ciudadanos soviéticos, dice Ian Kershaw, especialmente para los campesinos de las zonas rurales, todavía enraizadas en la fe y en los ritos, un “padrecito zar” populista evocaba la imagen de un severo patriarca familiar, que garantizaba el orden y el bienestar derivados de su figura. Esa imagen fue indudablemente un componente importante del culto cada vez más omnipresente de Stalin. La imagen del líder fuerte y resuelto se ajustaba a las cualidades que millones de ciudadanos soviéticos añoraban tras años y años de intensas turbulencias. Y aunque la Unión Soviética era oficialmente una sociedad atea, las tradiciones profundamente enraizadas de la religión popular, el 57% de los ciudadanos soviéticos seguían afirmando poseer una fe religiosa en un censo de 1937, posteriormente eliminado, fomentaron ciertos elementos cuasi-sacros del culto a Stalin, y la creencia en él como profeta, salvador o redentor. Ese culto estableció indudablemente para Stalin una base de auténtica popularidad, aunque no pueda ser cuantificada. Y tuvo una importancia incuestionable para la consolidación de su dominio.

Pero en realidad aquélla no fue una dictadura popular. Había muchos individuos comprometidos con el régimen, idealistas y zelotas ideológicos, sí. Pero la población en general, más allá de los adoradores reales o fingidos de la figura de Stalin y de los entusiastas del régimen, fue intimidada y obligada a adoptar una actitud de truculenta calma,cuenta el historiador Kershaw. No se produjeron grandes turbulencias ni manifestaciones de descontento. Y, por lo que se sabe, nunca se dio ningún intento de asesinar a Stalin. El dictador era querido por muchos, pero temido por muchos más. El terror había cumplido con su cometido. El terror fue el rasgo definitorio del régimen de Stalin. Nunca antes había habido un gobierno que aterrorizara a tantos de sus propios ciudadanos de una forma tan depravada y cruel.

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