sábado, 24 de julio de 2021

¿Cómo fue posible que se infligiera un final violento a tantas vidas humanas?


Como exclama uno de los personajes de Grossman, la clave tanto del nacionalsocialismo como del estalinismo era la capacidad de privar a grupos de seres humanos del derecho a ser considerados como tales. La única respuesta era proclamar una y otra vez que eso no era cierto; los judíos y los kulaks “son personas. Son seres humanos. Ahora veo que todos somos seres humanos”. Aquí la literatura trabaja contra lo que Arendt llamó el mundo ficticio del totalitarismo. Las personas pueden ser asesinadas en grandes cantidades, sostiene la autora, porque líderes como Stalin y Hitler son capaces de imaginarse un mundo sin kulaks o sin judíos y después adaptar el mundo, aunque sea de manera imperfecta, a sus visiones. La matanza pierde su peso moral, no porque se oculte sino porque se impregna de la ficción que la provocó. Los muertos pierden su carácter humano: se reencarnan desesperadamente como actores de un drama de progreso incluso cuando, o quizá especialmente cuando, un enemigo ideológico contradice y se opone a ese relato. Grossman sustrajo a sus víctimas de la cacofonía de un siglo e hizo que sus voces fueran audibles dentro de la interminable polémica. De Arendt y de Grossman proceden dos sencillas ideas. Primero, la comparación legítima entre la Alemania nazi y la Unión Soviética estalinista no sólo debe explicar los crímenes, sino también asumir la humanidad de todos los implicados, incluidas las víctimas, los perpetradores, los que estaban allí y los líderes. Segundo, una comparación legítima debe empezar por la vida antes que por la muerte. La muerte no es una solución, sólo una cuestión. Debe ser una fuente de inquietud, nunca de satisfacción. Sobre todo, no debe proporcionar la floritura retórica que conduce un relato a un final cerrado. Del mismo modo que la vida da sentido a la muerte, y no al contrario, la pregunta esencial no es qué conclusiones políticas, intelectuales, literarias o psicológicas podemos extraer de los asesinatos en masa. Las conclusiones implican una falsa armonía, un canto de sirena disfrazado de canto de cisne. La pregunta esencial es ¿cómo fue posible (cómo es posible) que se infligiera un final violento a tantas vidas humanas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario