jueves, 29 de julio de 2021

Contra discurso


Es necesario que el discurso oficial permita que en su seno se desarrolle un discurso contra  oficial que, en el fondo, forma parte del oficial. El poder debe hacer posible que se exprese de vez en cuando una minoría que le sea hostil para dar la sensación de tolerancia, de libertad de expresión y de pluralismo. De esta forma, el discurso del poder es más efectivo. Eso sí, el discurso del poder tiene el reto de medir hasta dónde debe llegar esa tolerancia para que no le afecte negativamente. Aunque el hecho encierre dificultad para el discurso oficial, éste ha sido el gran hallazgo del llamado discurso democrático de la economía de mercado, frente a los discursos autoritarios de las dictaduras de mercado fascistas o nazis y, por supuesto, frente a las dictaduras totalitarias comunistas. En el caso de que ese contra discurso empiece a ser demasiado efectivo entre la población, el discurso oficial debe reaccionar radicalmente en su contra, pero sin convertirlo en víctima de nada, no debe advertirse que el discurso oficial es en realidad un discurso único y dogmático vestido y revestido con piel de cordero; reaccionar con contundencia puede convertir al otro en héroe y víctima y eso no es positivo para mantener vivo y efectivo el discurso oficial. Así, lo que se debe hacer es ignorar, silenciar, relativizar, al tiempo que se oponen al contra discurso nuevos elementos oficiales y otros elementos paraoficiales que traten de anular el contra discurso. Aquí entran en juego ideas aparentemente progresistas, e incluso revolucionarias en apariencia, que pueden estar relacionadas con la socialdemocracia o con algunas organizaciones no gubernamentales que, en realidad, están subvencionadas por el propio poder. Cuando el discurso oficial se vea en entredicho por algún desliz propio de la contradicción en la que se desenvuelve (consistente en predicar una cosa cuando en realidad se es otra), la estrategia que debe asumir el poder es ocultar el desliz con una lluvia hipermensajística e incluso con una argumentación de inevitabilidad, de imperfección y, si es preciso, de arrepentimiento. (Dioses y diablos mediáticos de Ramón Reig)

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