“Hay sobradas razones, dice Richard Weaver, para sospechar que las modernas tribunas de la prensa hacen lo posible por minimizar los debates. A pesar de que astutamente se pretende lo contrario, la prensa no promueve el intercambio de opiniones, salvo quizá en temas académicos. Por el contrario, anima al público a leer con la única intención de que absorban como esponjas. Ahí están sus técnicas de presentación visual, plagadas de supuestos implícitos que imponen al lector muchas más valoraciones de las que es capaz de comprender. Después, la estereotipia de frases enteras cuidadosamente seleccionadas para que no estimulen la reflexión y en cambio induzcan respuestas condicionadas de asentimiento o reprobación. La prensa rebosa de titulares y anuncios, y hemos llegado a una situación en que parece que si no somos capaces de reaccionar como se supone ante ellos, seremos vagamente culpables de traición.La explotación de las respuestas automáticas es especialmente flagrante en los periódicos de gran tirada. De tal suerte que el periodismo es una especie de monstruoso discurso de Protágoras, capaz de hechizar mediante hipnosis a los lectores para impedir que participen en esas actividades que solemos asociar con el pensamiento.”
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