No podía esperarse que las colonias británicas se sometiesen a un monopolio salvo en el caso de que la armada fuese bastante fuerte para hacer cumplir el sistema, para proteger el territorio colonial contra los ataques y para defender a los buques contra los piratas y corsarios. Entre las muchas leyes y órdenes que acogían estos principios tres disposiciones legales destacan como fundamentos jurídicos de todo el sistema. La Ley de navegación de 1660, la Ley del mercado fijo de 1663 y la Ley de aduanas coloniales de 1673. Las secciones de la Ley de navegación relativas a las colonias disponían que ningún artículo podía ser importado por cualquier colonia inglesa o exportado de ella a no ser en buques ingleses, escribe el historiador británico John H. Parry.
El Atlántico del Norte, dice Parry, estaba infestado de piratas, no sólo los proscritos filibusteros del Caribe, ni sólo los corsarios holandeses y franceses de tiempo de guerra, sino también las poderosas flotas sostenidas por los sultanes del norte de África al objeto de pillar las naves europeas. En 1679 los piratas argelinos que operaban frente a las islas de Sully apresaron trece naves de Virginia. Inglaterra sostenía patrullas navales permanentes a lo largo de las principales rutas marítimas. Una escuadra de fragatas tuvo como base Jamaica para operar contra los bucaneros de las Antillas. El poder marítimo era la clave de la política imperial inglesa.
Las pugnas coloniales del siglo XVII estuvieron en gran medida fuera de la órbita de la diplomacia normal de Europa, y, conforme a las ideas de la época, las constantes infracciones de Holanda a las leyes de comercio justificaban las represalias sin la formalidad de la guerra. Carlos II no hizo declaración de guerra cuando, en 1664, concedió como propiedad todo el territorio comprendido entre Connecticut y Maryland a Jacobo, duque de York. Jacobo preparó una flota bajo el mando de un militar profesional llamado Nicolls, quien recibió instrucciones para anexionar Nueva Holanda y también para realizar una investigación acerca del gobierno de Nueva Inglaterra; estando evidentemente los dos asuntos, desde un punto de vista comercial, muy relacionados. La anexión se llevó a cabo sin resistencia, y concedió a los colonos holandeses condiciones generosas. Ni ellos ni el gobierno de Holanda protestaron mucho. Nueva Amsterdam se convirtió en Nueva York; Nueva York, Nueva Jersey y Delaware se volvieron colonias de propietarios.
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