sábado, 11 de octubre de 2025

Tanta abundancia de escritores y comentaristas, y tanta falta de hombres sabios y elocuentes

Francisco Petrarca (1304-1374) en su obra Remedios para la vida hablando de la educación dice:“creo adivinar que das más importancia a los títulos y diplomas, hoy en día no hay nada que se entregue más libremente, pero los títulos no bastan para hacer sabios a quienes no lo son”. Sobre la superficialidad de la vida cultural dice que “en ninguna otra época ha habido tanta abundancia de escritores y comentaristas, ni tanta falta de hombres sabios y elocuentes. Ojalá escribiesen solamente los que saben y los que pueden, y los demás leyesen u oyesen”. O sobre la polarización dice que “dos extremos que distan lo mismo del centro, que es la virtud, son igualmente malos”. Cuando el personaje Dolor se queja de que “la guerra civil nos destruye”, Razón le hace esta recomendación, “te ruego que evites ser uno de los que, con obras o con palabras, encienden el fuego de la contienda civil. Son muchos los que obran así y que, como si las heridas se debiesen a otros, acaban abrasados por el fuego que ellos mismos encendieron.”
Hablando de la muerte Petrarca escribe que “todos los que están alrededor de tu cama, todos cuantos has visto, oído y leído, todos cuantos podrías conocer, todos los nacidos o por nacer en cualquier tiempo y lugar han seguido o seguirán ese mismo camino. Piensa pues en la gran multitud de compañeros que van delante y detrás de ti y en los que mueren al mismo tiempo que tú, que no serán pocos. Creo que debes avergonzarte por lamentar algo que todos padecen, pues entre ellos no encontrarás ni uno solo a quien envidiar”. 
Hablando de los libros dirá que “si quieres vanagloriarte de tus libros, sigue otra vía. No te precies de tenerlos, sino de entenderlos; no los guardes en tus anaqueles, sino en tu memoria; no en tu biblioteca, sino en tu entendimiento”, pero añade que los libros «han hecho sabios a unos y locos a otros que tomaron de ellos más de lo que podían digerir”. Con respecto a la envidia hace la siguiente pregunta, “¿No os parece  bastante vivir atormentados por los propios males, que no son pocos, para que además os atormenten los bienes ajenos, con lo que rematáis vuestra desgracia?”.


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