viernes, 3 de octubre de 2025

Sentirse simples ciudadanos de una nación

Muchos piensan que la sociedad no valora adecuadamente su dignidad interior. Su yo interior no concuerda con el reconocimiento social y eso les provoca indignación y resentimiento. Desde “la clase obrera blanca en América y Europa que se siente atraída por el populismo, hasta las poblaciones de Norte de África y Oriente Medio que se rebelaron contra los gobernantes en la primavera árabe de 2010, o el movimiento #MeToo, impulsado por un deseo similar de respeto”, dice Francis Fukuyama, pensador estadounidense. El problema, añade Fukuyama, es que “al exigir justicia para ellos como grupo marginado”, de forma particular y exclusiva, “están vulnerando la igualdad y el respeto para todos”. El peligro que representa definir la identidad en términos restringidos es que deja fuera a gran parte de la ciudadanía. Esto conduce a la victimización y al juego de las quejas, expresadas tanto desde la izquierda como desde la derecha, lo cual alimenta, a su vez, una“espiral interminable de reclamaciones y resentimientos”.
Según Fukuyama, “la principal cura para esta enfermedad de la política de identidad es la nación”. Sentirse simples ciudadanos de una nación. Este es un concepto más amplio que el de etnia o clase y representa la mejor esperanza de unificar a las personas y darles un sentido de propósito. El politólogo considera preferibles “las identidades nacionales basadas en un credo, como el americano, en lugar de identidades basadas en la raza o el patrimonio”. Aún así, no parece del todo confiado en que “los países pueden alejarse de una política del resentimiento que se ha ido fraguando durante años”.

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