Simone de Beauvoir observa que en Estados Unidos a la gente siempre le interesa saber que hace un individuo, y no lo que es; da por hecho que ese individuo no es más que lo que ha hecho o puede hacer; su realidad puramente personal se considera con indiferencia, si es que se considera siquiera. Los norteamericanos se centran a menudo en beneficios futuros, preferiblemente abundantes. Los niños estadounidenses aprenden a sentirse orgullosos de lo grande, lo rico y lo poderoso que es su país.El norteamericano tiene con los desconocidos un trato cordial e informal, se muestra abierto a nuevas experiencias, es un optimista nato, tiene una voluntad de pensar uno mismo las cosas y de poner en cuestión la forma ya aceptada de hacerlas. Al norteamericano es difícil que se deje intimidar por las autoridades o a dejarse apabullar por “expertos”, cree en su propia capacidad para mejorar las cosas.El norteamericano tiene una cosa importante que no es fácil encontrar en Europa, su fe en el futuro…Los norteamericanos tienen mucho más respeto por el sentido común que por la ideología. Le interesa lo que funciona, no lo que parece bueno, ni lo que impresiona o bienes con sello de marca. Al norteamericano le gusta tomar decisiones sobre su propia vida y un resentimiento por todo el que intente dirigir sus pasos.
Bruce Brauer se pregunta donde estaría Europa sin el jazz, el blues y el rock norteamericano. La música de Estados Unidos es la música de Europa. Lo mismo se aplica al cine y la televisión. El actual europeo ha crecido con la cultura popular estadounidense; ésta ha moldeado su sensibilidad; si ella, su experiencia cultural cotidiana sería más pobre, y su vida menos divertida. El europeo tiene un pasado de división de la sociedad en grupos étnicos y religiosos, cada uno con sus propias escuelas, sindicatos, partidos políticos, periódicos y canales de televisión. En Europa hay tolerancia, pero es una tolerancia que tiene en cuenta a uno no como individuo, sino como miembro de un grupo; da por sentado no la integración y el matrimonio entre culturas y grupos, sino una persistente división que se perpetua de generación en generación. En Europa los principales partidos discuten por pequeñeces, pero en determinadas cuestiones están todos hombro con hombro, incluso si tiene que ser en contra de una mayoría de la población. Mientras que los europeos de a pie se sienten más preocupados por las cuestiones de inmigración y de integración, los partidos europeos dominantes, en colaboración con los medios de comunicación, eluden el debate público sobre ello. La organización verticalista de los partidos mantiene a raya a los políticos y las opiniones discordantes se mantienen eficazmente alejadas de los medios de comunicación dominantes.
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