Solo en este año, los centros de datos de inteligencia artificial están añadiendo entre 93 mil millones y 163 mil millones de dólares a la economía estadounidense, valorada en 23 billones, según Reuters. Algunas proyecciones elevan todavía más el impulso a comienzos de 2025. Sin ese gasto colosal en infraestructura y energía, el crecimiento sería prácticamente plano. Aquello que parecía una burbuja es, al mismo tiempo, el músculo invisible que hoy sostiene el movimiento de la economía más poderosa del mundo.
“La inteligencia artificial avanza con una velocidad que impresiona en los laboratorios y en los comparativos, pero sus efectos económicos siguen siendo desiguales y difíciles de medir. Puede ser, al mismo tiempo, una tecnología de progreso real y un negocio financieramente frágil; una promesa que aún no respalda las valuaciones que genera. El desenlace dependerá menos de la retórica bursátil que de la ingeniería. Si la IA no resuelve el desafío de la eficiencia en el aprendizaje y la capacidad de sostener proyectos largos y complejos, la historia la recordará como otra burbuja alimentada por capital barato, una reedición de la fiebre puntocom. Pero si logra superar ese umbral, el futuro podría acelerarse, como si la humanidad hubiera encontrado de nuevo una tecnología fundacional capaz de reescribir el destino de este siglo.”
“La inteligencia artificial progresa en el conocimiento (hechos, datos, memoria enciclopédica) pero aún tropieza en la inteligencia fluida, la toma de decisiones, la continuidad y el contexto necesario para ejecutar proyectos complejos. El futuro dependerá de si logra cerrar esa brecha. Tal vez descubramos que la transición hacia una “inteligencia artificial general” no llegue como una epifanía repentina, sino como una lenta acumulación de avances invisibles que solo podremos reconocer en retrospectiva en el tiempo”, escribe Eduardo Turrent Mena.
“La inteligencia artificial progresa en el conocimiento (hechos, datos, memoria enciclopédica) pero aún tropieza en la inteligencia fluida, la toma de decisiones, la continuidad y el contexto necesario para ejecutar proyectos complejos. El futuro dependerá de si logra cerrar esa brecha. Tal vez descubramos que la transición hacia una “inteligencia artificial general” no llegue como una epifanía repentina, sino como una lenta acumulación de avances invisibles que solo podremos reconocer en retrospectiva en el tiempo”, escribe Eduardo Turrent Mena.
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