sábado, 11 de octubre de 2025

Europa unificada

Fue Montesquieu quien fijó el tono categórico que tanto éxito tendría. “Un príncipe cree que su poder aumentará gracias a la ruina de un estado vecino. ¡Todo lo contrario! La situación de Europa es tal que los estados dependen los unos de los otros. Francia necesita la riqueza de Polonia y Moscovia, al igual que la Guyena necesita a la Bretaña, y la Bretaña a Anjou. Europa es un Estado compuesto de varias provincias”. La fórmula no tardó en convertirse en un tropo. Para Voltaire, “se puede considerar que la Europa cristiana es una única república dividida en distintos estados”. Vattel pensaba que la Europa moderna era “una especie de república”, que se mantenía unida “para preservar el orden y la libertad”. Para Burke, Europa era “prácticamente como un gran Estado, basado en la misma ley general, con cierta diversidad de costumbres provinciales y de establecimientos locales”; en este territorio un viajero “nunca tenía la sensación de encontrarse en el extranjero”. Así percibida, la unidad del continente no era un objetivo, sino un algo dado.
Lo que unificaba a Europa eran las creencias religiosas comunes, las leyes públicas y los modales habituales. Sin embargo, lo verdaderamente crucial es que incluía una dimensión política formalmente contradictoria. Pues Europa se definía también a través de las virtudes de la división. Un elemento central en cualquier descripción del continente, la característica que mejor la diferenciaba del resto del mundo, era el equilibrio único que existía entre las partes que lo constituían. Dentro de la unidad de esta civilización, la suerte de Europa era la de encontrarse dividida en una serie de estados rivales pero independientes, todos ellos de un tamaño similar, incapaces de imponer un dominio universal. Este equilibrio de poder era la condición de la libertad europea. Fue de nuevo Montesquieu quien formuló por primera vez, de modo sucinto, esta noción; “en Asia, las naciones fuertes se diferencian de las débiles”, observaba, “en que unas deben conquistar y las otras ser conquistadas. En Europa, por el contrario, solo hay naciones fuertes; las que comparten fronteras tienen casi el mismo coraje. Este es el principal motivo de la debilidad de Asia y de la fortaleza de Europa, de la libertad de Europa y de la esclavitud de Asia”.Para Vattel, el sistema político de Europa era, sencillamente, inseparable de la “famosa idea del equilibrio de poder”. Este equilibrio no era solo, a su vez, la condición de las libertades, sino también la de las artes y las ciencias europeas. 
En las revoluciones de 1848-1849, Mazzini y Cattaneo albergaban la esperanza de que la unidad de Europa sirviera de protección contra las guerras que destruían la soberanía popular y la nación. Mazzini imaginó la creación de un mercado común, Cattaneo la de un Estado federal. Hugo prestó su voz lastimera para defender los Estados Unidos de Europa, en un famoso discurso pronunciado ante un congreso de paz en París. Proudhon y Bakunin le siguieron en la década de 1860. Proudhon sostenía que Europa era un territorio demasiado grande para crear una federación, y pensaba que debía convertirse en una confederación de confederaciones basada en el modelo suizo; Bakunin, en vísperas de unirse a la Primera Internacional, criticó el principio de nacionalidad de Mazzini, pues afirmaba que había sido concebido para aplastar a otras comunidades más débiles o atrasadas, y sostenía que toda estructura burocrática era incompatible con la libertad rebelde de los Estados Unidos de Europa venideros. En la Segunda Internacional hubo división de opiniones. En 1911, Kautsky declaró que el único camino hacia la paz duradera era “la unificación de los estados que pertenecen a la civilización europea en una federación con una política comercial común, un Parlamento federal, un gobierno y un ejército (la fundación de unos Estados Unidos de Europa).

Referencia: El nuevo viejo mundo (Perry Anderson)

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