“El hombre solo se realiza superándose. Por eso, el que malgasta es tan culpable como el que no da nada. Hay un peculiar conformismo del no conformismo, que hace de la actitud de rebeldía una forma de esclavitud, de la evasión una cárcel, de la independencia una amarga soledad. Y es que la libertad no supone solo la posibilidad de escoger, sino también la de ser escogido. A toda libertad real supone siempre un pacto con lo finito. La libertad total sólo es posible en un estado de pura potencia, y se compra a un precio muy elevado, renunciando a su uso. Tendríamos que renunciar a todas las realizaciones para guardar intactas todas las posibilidades. El ejercicio de la libertad no es posible sin esa mínima dosis de genialidad que es necesaria para descubrir aquella elección que se corresponde con nuestro más íntimo querer. “!No puedo hacer otra cosa!”. Es el quejido del esclavo oprimido por un poder exterior, y es el grito de exaltación del amante ante la persona que ama, del héroe ante el deber difícil, del genio en las horas supremas de inspiración. En el grado más bajo de la escala humana, la necesidad nos encadena; en el más alto, nos libera”, escribe el filósofo Daniel Innerarity.
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