Agustín Echevarría, doctor en Filosofía, con premio extraordinario (Universidad de Navarra, 2010) hablando sobre el sufrimiento manifiesta que “en distintos momentos de la vida, nos toca sufrir. Y finalmente todos morimos. La pregunta entonces no es si podemos evitar sufrir o no, sino si sufrimos con sentido o sin él. Todos los grandes filósofos han visto en esto una opción radical. O al sufrimiento no se le puede encontrar ningún sentido, y entonces la existencia misma es absurda, o si, por el contrario, la existencia tiene un sentido, entonces el sufrimiento tiene que tenerlo también, aunque no siempre seamos capaces de encontrarlo. Naturalmente que la posibilidad de encontrar un sentido al sufrimiento está vinculada con tener una perspectiva trascendente de la existencia. Si esta fuera la única vida, entonces el sufrimiento es un mal absoluto del que hay que buscar escapar a toda costa….Por otro lado, la tentación del creyente es querer encontrar un sentido demasiado lineal en los acontecimientos, y entonces interpretar todo sufrimiento como un castigo o como un mensaje unívoco de Dios, cuando en realidad la mayoría de las veces el sentido del sufrimiento no se descubre hasta el final, porque se trata de un proceso que tenemos que experimentar por completo.
No hay ningún mal que sea tan absoluto que no pueda obtenerse ningún bien a partir de él. Más para Dios. Pero esto no quiere decir que Dios use los males como medio para obtener bienes mayores, como si fuera una especie de titiritero maquiavélico que instrumentaliza nuestra libertad y nuestro sufrimiento para fines que nada tienen que ver con nuestro bien. Dios no quiere el mal, porque este es un no ser, una ausencia de perfección, y Dios es la causa solo de lo que tiene algún ser o perfección. Él lo permite porque respeta nuestra naturaleza, que es falible. Pero una vez que el mal se produce, puede servir de ocasión para obtener bienes que quizás de otro modo no se habrían producido. Vemos que muchas veces nosotros somos capaces de hacer esto, de sacar el bien de situaciones que en principio parecían desfavorables y desoladoras. Mucho más cabe suponer que Dios, que es omnipotente y providente, es capaz de hacerlo.
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