Cuando se descubre un descosido en un vestido, muchas veces es crucial cambiarse enseguida y esperar a arreglarlo, para que el descosido no se haga mayor, o el tejido no se rompa. La primera y mejor manera de descansar, pues, es aprender a no cansarse excesivamente, a no agotarse; y para eso es necesario dejar momentáneamente en manos de otros la primera línea del frente, aunque pueda costarnos. Esto no significa escatimar esfuerzos ni volverse rígidos, significa simplemente reconocer los propios límites, y también, a veces, desprenderse un poco de los resultados de nuestro trabajo.
La sabiduría popular aconseja no dejar para mañana lo que podamos hacer hoy, porque es un hecho que a veces retrasamos decisiones, gestiones, iniciativas, por simple pereza de acometerlas. Sin embargo, tan importante es leer esta frase del derecho como del revés; junto a la diligencia para hacer las cosas, es bueno decirse también: “deja para mañana lo que no puedas hacer hoy”; no cargues el hoy de más de lo que puedes hacer, y no dejes para mañana el descanso que necesitas hoy. El libro de la Sabiduría lo expresa con decisión: “Hijo, no te ocupes de muchos asuntos; si te desbordan, no estarás falto de culpa; por más que corras no los alcanzarás, y aunque huyas no te podrás escapar de ellos” (Si 11,10).
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