Hay personas que no se arriesgan. La derrota anticipada se convierte en obstáculo insalvable. Una sensación de impotencia tan demoledora que paraliza y nos impide crecer. La seguridad en uno mismo es uno de los factores que contribuyen a sacar adelante las ideas. La reflexión sería que si otros pueden, ¿por qué yo no? Cada uno conoce sus límites y posibilidades; no obstante, es probable que el miedo a dar el primer paso termine por dejarnos fuera de combate antes de presentar batalla.
La derrota es una posibilidad tan real como el triunfo. Las dos opciones están presentes en cualquier desafío que enfrentemos. Por supuesto alguien que pretenda sacar adelante una iniciativa, tendrá que hacer una planificación, saber con qué recursos cuenta y a qué se va a enfrentar. Lo anterior es indispensable, pero si la empresa no se toma con actitud positiva, existen muchas posibilidades de no lograr lo que te propones. Esa falta de positivismo puede conducirnos a la parálisis por miedo a la derrota. Así, el compromiso llega hasta donde el miedo lo permita.La derrota, como posibilidad latente, no tiene por qué dar al traste con los sueños. La actitud positiva deriva de ese amor propio, de esa confianza en uno mismo, y ante el fracaso saca a relucir tus mejores esencias. Entonces la derrota será tomada como una experiencia que fortalecerá a quien la sufre.
En muchas ocasiones ser diferente es considerado una anomalía. Si alguien va en contra de cualquier comportamiento llamado normal, se hace acreedor de cuestionamiento y rechazo. De ahí que algunas personas no se decidan a intentar algo sin antes haber obtenido la aprobación de sus personas de confianza. Cada uno somos un universo particular. Aunque vivimos en comunidad y es aconsejable el intercambio de apoyo, también es necesario cultivar y proteger nuestra individualidad. Es en ese punto donde juega un papel imprescindible la autoestima y la asertividad.
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