La madrugada del 31 de agosto de 1997 cuando a Paul Burrel, mayordomo de la princesa de Gales, le anunciaron la trágica muerte de Lady Di, se le pidió que recogiese los objetos más queridos por la princesa y que estos fuesen trasladados al Hospital Pitié-Salpêtrière de París. Acudió a los apartamentos de Diana. Tomó una foto de William y Harry, hijos de la princesa. Colocado sobre una pequeña estatua de la Virgen María se encontraba un rosario que le había regalado la Madre Teresa. El mayordomo lo guardó en su bolsillo y fue Colin Tebbutt, chófer de la princesa, quien entregó el rosario a la enfermera. Esta lo colocó entre las manos de Diana. Tanto el rosario de la Madre Teresa como la foto de sus hijos la acompañan en su ataúd.
“Ayudar a los más necesitados es una parte esencial de mi vida, una especie de destino” dejó dicho Diana de Gales. Era justo este factor lo que la unía estrechamente a la Madre Teresa de Calcuta. Su primer encuentro tuvo lugar en febrero del año 1992, en el convento romano Via Casilina. A la salida de aquel encuentro la Madre Teresa incidió en que no se encontró con Lady Diana, “sino con la infeliz Diana”. Dos meses antes de la muerte de ambas, Diana y la Madre Teresa tuvieron otro encuentro en el barrio del Bronx, en Nueva York, donde se encontraban de misiones. La reunión de aquel junio de 1997 se hizo de manera privada. En esta época Diana ya había finalizado formalmente su matrimonio con el príncipe Carlos. Asistió a la reunión vestida completamente de blanco, haciendo alusión al vestuario que portan las Misioneras de la Caridad. Las dos mujeres más influyentes del mundo estuvieron unidas por ayudar a los más pobres entre los pobres, librarse de prejuicios y servir a los demás, sin importar la condición del otro. Sus muertes, tan cercanas en el tiempo, unieron también al final de la vida a dos grandes figuras del siglo XX. Ambos funerales movilizaron masas, quedando así certificado el carisma que desprendían la santa y la princesa.
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