La libertad personal no es fruto de ninguna conquista humana. Es más bien un elemento esencial al ser humano. Nos la hemos encontrado en nuestra naturaleza sin haber hecho nada para ganarla. Simplemente, está ahí; forma parte de nuestro ser. Al toparnos con ella, la pregunta que podemos hacernos es: ¿para qué somos libres? Y la respuesta es: para amar, porque la única manera posible de amar es hacerlo libremente. No se puede amar por imposición. Si descubres tu verdad, que es el amor, y la vives, harás un buen uso de la libertad, escribe el profesor de derecho Javier Vidal-Quadras.
Tomás Melendo, Catedrático de Metafísica en la Universidad de Málaga, explica que “la persona que no ha hecho operativa su libertad, extendiendo el imperio de la voluntad y del entendimiento al resto de sus facultades y potencias, la persona dominada por las pasiones, por el ambiente, por los vaivenes de un humor incontrolado, esa persona, si no lucha por dominarse, es incapaz de amar. Sólo quien ejerce el señorío de su propio ser puede, en un acto soberano de libertad, entregarlo plenamente a los otros, al hombre o mujer elegidos, a quien haya hecho objeto de sus amores”.
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