¡Hijo de Dios! Eso si que no, pues de otro modo no lo habrían crucificado, a menos que él lo hubiese querido. Pero ¡Tal vez lo hubiese querido! Era extraño y espantoso que él hubiera querido sufrir. Si hubiese sido realmente el Hijo de Dios, nada le habría sido más fácil que evitar el suplicio. Mas el no quería evitarlo. Quería padecer y morir de la manera más atroz, no evitar eso. Y eso había sucedido, y había transformado en realidad su voluntad de ser liberado. Había hecho que lo soltaran a él, a Barrabas, en su lugar. Había ordenado: “Poned en libertad a Barrabas y crucificadme a mi”…..
Había empleado su poder de la manera más singular. Lo había empleado sin usarlo, dejando que los demás decidieran todo a su antojo, sin intervenir él en lo más mínimo y, no obstante, había conseguido que triunfara su voluntad, que era la de ser crucificado en lugar de Barrabás.
Barrabas de Pär Lagerkvist
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