En una de las cartas que Carlomagno envía al alto clero en torno al año 784 se subraya que todo aquel que desee complacer a Dios (y también al rey) ha de ver en la educación un elemento esencial de ese objetivo, y a partir de esa fecha empezaremos a encontrar una larga serie de referencias sistemáticas a los colegios; en particular se alude a la existencia de una escuela palaciega para aristócratas en Aquisgrán, y a algunos monasterios reales que tuvieron un papel especialmente activo no solo en la educación de monjes sino también en la formación de aristócratas laicos (como el de San Martín de Tours en Occidente o el de Fulda en Oriente). Esta es una de las principales razones que determinaban que los reyes pudieran dar por supuesto que los condes y los missi (oficial representante del poder del rey o emperador cuya función era supervisar la administración de las regiones del reino o imperio) tuvieran que ser capaces de leer sus instrucciones y sus leyes. Y hay signos de que esa suposición estaba justificada, aunque no sin excepciones, evidentemente.
Los monasterios también consiguieron crear bibliotecas. Buena parte de la literatura latina clásica, como las obras de César, Horacio y, sobre todo, Cicerón, ha logrado llegar hasta nosotros es únicamente gracias a las copias carolingias.
Referencia:Europa en la Edad Media de Chris Wickham
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