Escribe Carlos Cardona que “ el ser espiritual de mi alma me confiere, junto a la inteligencia propia de la criatura, una excelencia, la capacidad de ir más allá de mi necesidad, de querer lo que no necesito, queriéndolo incluso a costa de dejar insatisfechas las necesidades mías. Esto es algo de experiencia común. En mucha gente se ven actos generosos, con los que procuran el bien para los otros, a expensas de si mismos, hasta el sacrificio de su propia vida”. La Gaudium et spes dice que “ el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por si misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de si mismo a los demás”. Juan Pablo II añadirá que “el hombre está llamado a existir para los demás, a convertirse en un don”.
Tolstoi afirma que “en el sentimiento del amor existe algo singular capaz de resolver todas las contradicciones de la existencia y de dar al hombre aquella felicidad total cuya consecución es el fin de la vida”. Bernanos sostenía que “odiarse a si mismo es más facil de lo que se cree; lo verdaderamente saludable está en olvidarse de si mismo”. Y Benavente escribía que “ cuando hemos renunciado a nuestra dicha y nos contentamos con ver dichosos a los que nos rodean, es quizá cuando empezamos a serlo”. Y Edouard Pailleron en su Noël dice “ nuestra única felicidad es consecuencia de la que a otros hemos procurado”. Tolstoi,“no hay más que una manera de ser feliz, vivir para los demás”. Y Dumas padre pensaba que “más feliz que los felices es quien puede hacer a la gente feliz”.
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