Las instituciones deben tener como fin principal el atender las privaciones de la ciudadanía, cubriendo sus necesidades con la mayor calidad y vocación de servicio posible. Cuando son los ciudadanos los que están al servicio de grandes élites o instituciones potencialmente relevantes, nos presentamos ante el riesgo de constituir la antesala del totalitarismo, la sumisión y de que el verdadero bienestar ciudadano se coloque en segunda instancia.
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