Guardar secretos en realidad puede causar un daño "que conduce a la fatiga, el aislamiento social y una menor sensación de bienestar", según investigadores de la Universidad de Columbia, en EE.UU. En 1980, un artista creó una línea de disculpas que funcionó durante 15 años y permitió a los neoyorquinos dejar mensajes en un contestador automático "para proporcionar una forma en que las personas se disculparan por sus errores con otras personas sin ponerse en peligro”. Las cintas se han compartido en un podcast popular, lo que demuestra que hay un apetito por disfrutar de las confesiones de los demás. Ahora, en un mundo de perfección retocada y cuentas de Instagram cuidadosamente seleccionadas, hay un rincón de internet donde las personas muestran su versión más honesta, sin revelar sus identidades. Son las páginas de confesión en línea, que permiten a los usuarios compartir secretos de forma anónima.
Para muchas personas, confesar sus secretos ocultos de forma anónima en línea es muy terapéutico.
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