El cerebro a veces nos juega malas pasadas dejándonos en la estacada. Te encuentras a algún conocido y eres incapaz de recordar su nombre, o cuando en medio de una conversación se te olvida lo que ibas a decir. Olvidamos nombres, fechas o perdemos cosas, como las llaves o las gafas. Podría no ser nada o ser un síntoma habitual que caracteriza los procesos de deterioro cognitivo. En muchas ocasiones esos olvidos no tienen que ver con el deterioro cognitivo sino con una función natural del cerebro que interrumpe el pensamiento y nos hace perder el hilo. Mucha gente suele creer que tiene deterioro cuando aparecen estos lapsus de pensamiento, pero no siempre es así. “Todos tenemos momentos en los que el nombre o el título de una película está justo en la punta de la lengua, pero esos eventos son diferentes de los tipos de lapsus que pueden ser señales de advertencia de demencia”, apuntan expertos en geriatría del Johns Hopkins Medicine.
“Olvidar es una función normal del cerebro, es algo fisiológico porque si lo recordáramos todo sería un grandísimo problema”, asegura Alberto Villarejo, del grupo de Neurología de la Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología. Así lo confirmaba el trabajo realizado por el neurocientífico Adam Aron, de la Universidad de California, en San Diego, en colaboración con la Universidad de Oxford en el que se establece la conexión entre el núcleo subtalámico (un parte del cerebro medio que se activa cuando es necesario detener la acción que estamos haciendo) y el olvido de lo que estábamos a punto de decir después de un evento inesperado. Los investigadores creen que podría tratarse de una función de adaptación del cerebro. Este mecanismo para detener la acción y el pensamiento, podría haber evolucionado hace mucho tiempo como una manera de “resetear” nuestra cognición y permitir que se centre en algo nuevo.
El olvido de lo que estábamos a punto de decir puede deberse a que "un acontecimiento inesperado borra lo que estábamos pensando". Puede ser un ruido, como el teléfono, el timbre de la puerta, el ladrido de un perro, o el llanto de un niño... También por alguien que pasa muy cerca nuestro y nos sobresalta. Ante este imprevisto, el cerebro se para en seco y todos sus pensamientos cesan momentáneamente para valorar la gravedad o importancia de ese evento distractor. Es un sistema de frenado natural o lo que los psicólogos llaman, el 'descarrilamiento del tren de pensamiento’."No recordar dónde se ha dejado el móvil no es un problema de memoria, sino que uno lo deja cuando estaba haciendo otra tarea y lo hace de modo inconsciente”, apunta el Dr. Villarejo.
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