“Es importante distinguir entre vergüenza y pudor. El pudor nos permite existir como seres singulares y ofrece un espacio privado, al abrigo de la mirada de los demás. La vergüenza surge más bien cuando se produce una intrusión en ese espacio”,escribe la psicoanalista francesa Monique Selz. Inès Pélissié du Rausas, doctora en Filosofía por la Universidad de la Sorbona, sostiene que la vergüenza, cuando se convierte en una palanca para el pudor, puede tener un “valor positivo”; el pudor remitiría no tanto a la vergüenza de uno mismo como al deseo de ser respetado por el conjunto de todo lo que nos constituye como sujeto. La vergüenza nace entonces del riesgo que representa el deseo sexual, deseo que el sujeto puede suscitar, a riesgo de ser reducido a ese deseo. “La vergüenza aparece como el signo del respeto a uno mismo a través del respeto que se demuestra al cuerpo en el acto mismo de cubrirlo”. Inès Pélissié du Rausas escribe que"el pudor, como deseo de proteger lo mío, remite a la conciencia de su propio valor que tiene quien lo experimenta... ¿No es acaso porque experimenta ese respeto a sí mismo, que el hombre siente vergüenza ante aquello que percibe que, de una manera o de otra, puede degradarle?... Percatarse de un riesgo, ¿no es una condición necesaria para preservarse de él? Pues bien, el pudor es precisamente la percepción de una especie de “peligro” que amenaza el ser. La manifestación de un deseo, propio o del otro, que ya no se integra en la totalidad de la persona, sino que tiende a su autonomía, solo se interesa en el cuerpo”.
Para Inès Pélissié du Rausas, el pudor no es solamente del cuerpo. Tomando la expresión de San Agustín, ella evoca así el “pudor del alma”, que remite al “temor a la exteriorización de la intimidad”. Se trata de "un temor que apela al respeto al propio yo, pues rechaza que sea expuesto, menospreciado y tal vez incomprendido aquello que pertenece a la intimidad de la persona... Indica que esa intimidad existe, y remite a lo más profundo de la persona".La intimidad no se revela si no es en un clima de confianza, y el velo del “pudor del alma” solo puede caer cuando las personas están unidas por un profundo respeto. El teólogo dominico Raphaël Sineux vincula el pudor a la castidad, esa virtud que hace posible "la unidad interior del hombre en ser corporal y espiritual”.
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