Un agricultor equipado con un azadón tarda días en labrar un terreno, pero cuando le das un tractor termina en horas. Esta ganancia de productividad se traslada a los precios y abarata el coste de los alimentos. En eso consiste la riqueza; no en que tenemos cada vez más dinero, sino en que compramos cada vez más con el mismo dinero. Para el economista francés Philippe Aghion la clave de la prosperidad económica está en la innovación y eso aclaraba por qué a la URSS le había ido tan mal. “Salvo en defensa, ingeniería espacial y matemáticas, había hecho pocas aportaciones”.
Joseph Schumpeter, economista austriaco había popularizado en Capitalismo, socialismo y democracia el concepto de destrucción creativa. Lo que movía el capitalismo, decía, eran los emprendedores que discurrían nuevos bienes o métodos de producción que sustituían “como un vendaval” a los anteriores. Así había arruinado Thomas Edison a los fabricantes de bujías y así había acabado Henry Ford con los coches de caballos.Tanto Edison como Ford reaccionaban a los incentivos del sistema. En la Rusia soviética habría sido más complicado que hubieran descubierto nada, porque el Estado se quedaba con cualquier beneficio. En América, por el contrario, te hacías millonario gracias a la propiedad privada y el derecho de patentes.
“La automatización, dice Aghion, vuelve a la empresa más productiva, lo que le permite bajar sus precios. Al vender más barato, su demanda aumenta y, para atenderla, necesita contratar más”. ¿Y qué efecto prevalece al final,el de sustitución o el de productividad? “La historia de las revoluciones tecnológicas enseña que ninguna dio lugar a una destrucción masiva de puestos de trabajo”, y no parece que ahora vaya a ser diferente. Los países con más robots son también los que menos paro sufren.¿Y qué ocurre con la desigualdad? Aghion reconoce que los estudios de Thomas Piketty son incontestables y que los ingresos del 1% más rico han crecido mucho más deprisa que los del 99% restante, pero se trata de una consecuencia lógica del proceso innovador. Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Page o Sergey Brin están recogiendo los frutos de sus ideas, igual que antes lo habían hecho Edison o Ford.
“A mí no me molestan los ricos, argumenta Aghion, lo que me subleva es la pobreza”, y la innovación es indispensable para combatirla. “Aparte de que otros indicadores como el Gini mundial revelan que la desigualdad mundial no se ha agravado. Al contrario, se está reduciendo”. Alexandra Roulet, profesora de la escuela de negocios Insead, llevó a cabo un estudio en Dinamarca en el que comparaba indicadores como el consumo de antidepresivos y analgésicos entre unos asalariados cuyas empresas habían cerrado y otros cuyas firmas seguían activas, y no encontró diferencias significativas. El motivo es un modelo de relaciones laborales introducido en 1993 y que responde al espantoso neologismo de flexiseguridad. Flexi, porque permite a los directivos incorporar tecnología con total flexibilidad, sin preocuparse de los trabajadores despedidos, y seguridad, porque estos cuentan con generosos subsidios y cursos de reciclaje que evitan que pasen más tiempo del deseable en el dique seco.”Los países escandinavos son la prueba de que se puede tener innovación e inclusión”, argumenta Aghion.
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