martes, 7 de mayo de 2024

A gritos nadie gana

Los gritos son la forma menos efectiva para persuadir a los demás porque desencadenan una serie de cambios a nivel fisiológico que se convierten en una barrera prácticamente infranqueable para el diálogo. A eso se refería Miguel de Unamuno cuando dijo que “los hombres gritan para no oírse”. Como regla general, cuanto más alcemos la voz, más sordo se volverá nuestro interlocutor y más fuerza perderán nuestros argumentos.Nuestro cerebro percibe los gritos como un ataque. No hay medias tintas ni espacio para la interpretación. Percibimos que la persona que nos grita está enfadada o frustrada, lo cual activa nuestra amígdala, que es la zona del cerebro encargada de procesar las emociones y dar la voz de alarma cuando detecta un peligro. Entonces se liberan una serie de neurotransmisores, como el cortisol y la adrenalina, que nos ponen a la defensiva. Cuando nos gritan nuestra capacidad para razonar disminuye. Reaccionamos como si nos estuvieran atacando y es fácil que la discusión suba de tono.
En una discusión a gritos nadie gana. Es mejor comprender que no estamos en un campo de batalla y que el entendimiento es el único camino para que todos ganemos. Mostrarnos abiertos a debatir las ideas de nuestro interlocutor contribuirá a que este baje la guardia para poder encontrar puntos comunes.La clave para persuadir no se encuentra en nuestros argumentos sino en la capacidad para hacer reflexionar a la otra persona. Podemos lograr más con la pregunta adecuada que con afirmaciones contundentes. Podemos lograr que reflexione haciéndole preguntas que le animen a analizar sus propios argumentos. Cuando notemos que estamos gritando, debemos dar un paso atrás, apagar el megáfono y comenzar de nuevo. No importa quién alzó la voz primero, lo importante es comprender que así no llegaremos a ninguna parte, aconseja la psicóloga Jennifer Delgado.

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