lunes, 13 de mayo de 2024

El padre de Europa

Carlo Magno
Cuentan los historiadores que Carlo Magno, como dueño y señor de Europa y como ungido del Señor, no se veía en la obligación de someterse servil y exclusivamente a los bizantinos. Mientras que ellos se limitaban en conservar un imperio cristiano, solía argüir, él se esforzaba en revivirlo. Tras interminables siglos de caos, fueron los francos los que habían restablecido en Occidente el beneficioso orden, y tras la oscuridad, le habían devuelto la luz. “Antaño toda Europa fue arrasada por las llamas y las espadas de los bárbaros.” Eso escribió Alcuino, un europeo originario del norte de Inglaterra, un reino lejos del imperio franco, pero que, sin embargo, se había visto atraído por el bando de Carlomagno como una polilla a una lámpara. “Ahora, gracias a la misericordia de Dios, Europa resplandece tanto con las iglesias como lo hace el cielo con las estrellas”, escribe Alcuino de York.
En el año 796 Carlomagno explicó al papa León III como se equilibrarían las responsabilidades entre ambos. Su propia labor, según puso por escrito al papa, era defender a la Iglesia de los paganos, protegerla de los herejes y consolidarla por toda la cristiandad, promoviendo en todas partes la fe católica. La función del papa era dirigir las oraciones por el triunfo del rey franco. “Y de este modo, concluía Carlomagno, los cristianos de todas partes, Santo Padre, se sentirán seguros de salir victoriosos frente a los enemigos del santo nombre de Dios”.


El 25 de abril del 799 mientras León III iba en procesión hacia la misa, fue atacado por un grupo de caballería. Trasladado a la fuerza a un monasterio, León III logró escapar después de que sus enemigos le cegaran y le cortaran la lengua. A falta de otra opción, se decantó por huir en busca del rey de los francos. Cuando llegó ante Carlomagno y se descubrió conservaba los ojos y la lengua. León afirmó solemnemente que se los había devuelto San Pedro. Y tras abrazar al rey, “el padre de Europa”, el papa recordó al rey su deber de tratar de defender al papa por todos los medios, al “principal pastor del mundo”. 
Carlomagno necesitaba establecer un orden cristiano universal y para ello necesitaba una cronología universal. Los años anteriores al ascenso de Calomagno al trono de los francos habían sido testigos de una transcendental revolución intelectual. Los monjes tratando de calibrar las misteriosas complejidades de la época, habían acabado llegando a un marco que era tan práctico como profundo. ¿A partir de que fecha de ascenso, si no era de emperador o rey terrenal, iban a numerarse los años? La respuesta, una vez dada era evidente. Sólo Cristo gobernaba toda la humanidad y su reino había empezado al nacer el mundo. La Encarnación sirvió de eje en torno al que giraba toda la historia. ¿Que cristiano podía oponerse? Sin duda, ninguno de la corte franca. Los clérigos al servicio de Carlomagno empezaron a medir las fechas  en el año de Nuestro Señor, anno Domini.
Referencia: Milenio de Tom Holland

No hay comentarios:

Publicar un comentario