jueves, 28 de marzo de 2024

La ciencia tiene que callarse sobre las cuestiones últimas

En la naturaleza no todo es posible; de todos los sucesos virtuales que podrían ser (sea el caos) no todos son. Existen conjuntos de sucesos prohibidos y, cuando el científico cree descubrir una limitación que restringe el caos, entonces dice haber descubierto una ley. Podemos atribuir la potencia de una ley a su capacidad para prohibir, de modo que las leyes muy potentes pueden llegar a dar la sensación de obligar más que de prohibir. Es, sin duda, el caso de la física, disciplina que presume de la colección más prestigiosa de leyes de la naturaleza. Los objetos que obedecen a tales leyes (el sistema planetario, por ejemplo) tienen en verdad un aspecto muy poco caótico. Su comportamiento es ordenado y armónico. El científico no afirma que éste es el mejor de los mundos posibles, pero sí cree que, de todos los mundos posibles, no es éste el de menor armonía. Capacidad para prohibir, he aquí, al menos, una buena aproximación al grado de determinismo que contiene una ley científica, escribe Jorge Wagensberg que fue profesor de  Teoría de los Procesos Irreversibles. 
Quien cree que la ciencia está a punto de responder a cuestiones tales como ¿Qué es la materia, qué es la vida, qué es la mente? Los métodos científicos no se prestan ellos mismos a estas tareas, que conducirían a las verdades últimas. Éstas no son para los hombres, sino sólo para Dios. El orden de marcha de los científicos se realiza desde el efecto hasta su causa, o de la causa al efecto; pero no es adecuado para el estudio de las causas primeras. Una causa primera es una categoría de pensamiento que no existe en la ciencia. Las cadenas causales son largas y se pierden a la vista de los diligentes científicos en una nebulosa de incertidumbre, en el ocaso de la duda. La ciencia tiene que callarse sobre las cuestiones últimas como el origen del universo, la existencia de Dios, la estructura de los constituyentes últimos de la materia. Aquí sólo nos sirve de guía la fe. Y esto quiere decir que uno ha llegado al final, según las convicciones y las preferencias emocionales de cada individuo, manifiesta Peter Theodorus Landsberg.

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