El único personaje del imperio que gozaba de la confianza de Churchill era el mariscal de campo Jan Smuts, primer ministro de Sudáfrica, con el que le unía una buena amistad desde los tiempos de la guerra de los bóers. Fue Smuts quien dijo que “debemos dar gracias a Dios de que exista Hitler, pues él ha sido el que nos ha vuelto a enfrentar a la realidad de unos actos brutales… De hecho, ha levantado la tapadera del infierno, y todos nos hemos asomado a verlo”.
En otros tiempos mejores, la paciencia de Churchill con el pueblo de la India había sido escasa. Su visión no había cambiado desde que prestara servicio en este país como subalterno de caballería a finales del siglo XIX. En opinión de Leo Amery, secretario de Estado para la India, Churchill era “una extraña combinación de grandes y pequeñas cualidades… Su postura respecto a la cuestión de la India no es muy normal que digamos”. El primer ministro se oponía, por ejemplo, a conceder a los oficiales indios poderes disciplinarios sobre los soldados británicos. Clamaba contra “la humillación que supone recibir órdenes de un hombre de piel oscura”. Churchill no quería ni oír hablar de las aspiraciones políticas de la India en un momento en el que el ejército japonés se encontraba a las puertas. Nadie podía esperar que olvidara que Gandhi se había ofrecido para mediar la rendición de Gran Bretaña a Hitler, a quien el adalid de la no violencia y abanderado de la libertad de la India había calificado de “un hombre no tan malo”. En 1940 Gandhi había escrito una carta abierta al pueblo británico, instándolo a “deponer las armas y aceptar el destino que decida Hitler. Invitaréis a Herr Hitler y al Signor Mussolini a tomar lo que quieran de los países que llamáis vuestras posesiones. Dejad que tomen posesión de vuestra hermosa isla con su sinfín de hermosos edificios. Les daréis todo esto, pero no vuestra alma y vuestra mente”.El ejercicio del poder de Gran Bretaña sobre el pueblo indio entre 1935 y 1945 fue torpe y violento, y Churchill tuvo parte de culpa. Pero el primer ministro no se equivocaba cuando decía que cualquier cesión de poder en medio de una guerra mundial era algo impensable, especialmente teniendo en cuenta que la postura del Congreso Nacional de la India ante la causa de los aliados era bastante ambigua.
Referencia:La guerra de Churchill de Max Hastings,divulgador histórico británico.
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