En 2016, el 90% de la prensa estadounidense hizo explícito su respaldo a la candidata demócrata Hillary Clinton y llamó a bloquear la llegada del republicano a la Casa Blanca. En vísperas de la elección presidencial, de los cien diarios de mayor difusión en Estados Unidos, 57 publicaron su endorsement a la ex primera dama, mientras Trump sólo obtuvo el de dos diarios, lo que constituyó el récord de la menor cantidad de apoyos en la historia norteamericana para uno de los dos grandes partidos. Y se trataba de los responsables editoriales de los diarios; probablemente, si este respaldo se hubiese resuelto por votación en las redacciones, el desequilibro habría sido aún mucho mayor. En cualquier caso, el resultado final de la contienda dejó expuesto un claro divorcio entre la visión de quienes confeccionan el relato informativo, que además fallaron a la hora de anticipar la victoria republicana, y los electores.Trump ganó, y los cronistas, analistas y agoreros que lo ridiculizaron y subestimaron el fenómeno que representaba no supieron anticiparlo. Instalar que la suerte estaba echada y que Hillary Clinton sería la sucesora natural de Obama no sólo infravaloró la capacidad de Trump, sino que además dio alas a los seguidores de Bernie Sanders, quienes se sintieron a sus anchas para torpedear a la archifavorita, una exsecretaria de Estado.
The New York Times, que en el editorial del 13 de noviembre de 2016 se preguntaba si este medio, como otros, había subestimado el apoyo a Trump entre los votantes estadounidenses. “¿Qué fuerzas y tensiones condujeron esta elección divisiva y su resultado?”, preguntaba angustiado el diario de referencia de Estados Unidos, escribe Alejo Schapire,periodista, especializado en política exterior.
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