domingo, 3 de marzo de 2024

Los cristianos se comprendían portadores de una verdad que había de regir el mundo y salvar a la humanidad

Celso (h. 178 d. C.) comienza de este modo tan contundente El discurso verdadero contra los cristianos: “Hay una nueva raza de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero autoglorificándose con la común execración, son los cristianos”. Para la mentalidad grecorromana, los cristianos eran hombres nuevos y peligrosos porque no reconocían las tradiciones clásicas paganas, que consideraban a la autoridad pública y la vinculación a la comunidad social y política como ligazón fundamental del sentido de la vida. Para los cristianos era indiferente el lugar donde se nacía, romano, egipcio, hispano…; lo único significativo era la unión con Cristo. Todo lo humano era secundario. Esta idea de unos hombres que vivían en el mundo sin reconocerse en lo más profundo como miembros de este mundo constituía un atentado contra las creencias mucho más terrenales de griegos y romanos. Los primeros cristianos se reunían (y escondían) en catacumbas donde celebraban sus rituales. En los primeros tiempos los cristianos vendían sus posesiones y vivían en comunidad, compartiendo todo, en pobreza y hermandad. Esta forma de vida será a menudo el ideal de cristianismo puro…..Los primeros cristianos se consideraron testigos de una verdad universal que debía extenderse por todo el orbe, pasando por encima de clases, Estados, estamentos o cualquier otro tipo de interés político o mundano. Ellos se comprendían como los portadores de una verdad que había de regir el mundo y salvar a toda la humanidad sin excepción.
Aquellas pequeñas sectas perseguidas por el poder romano y despreciadas por la alta cultura grecolatina, tal y como trasluce de las palabras de Celso, se convirtieron en el núcleo del Imperio, desbancando a la religión pagana tradicional….El cristianismo agustiniano enseñaba que el bautismo dotaba al romano de una ciudadanía nueva y verdadera, frente a la ciudadanía civil que le atribuía la administración imperial.
Referencia:Breve historia de la utopía de Rafael Herrera Guillén.



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