viernes, 15 de marzo de 2024

Lograríamos una sociedad más justa si consiguiéramos que los mercados funcionaran como verdaderos mercados

Joseph Eugene Stiglitz, economista y profesor estadounidense, escribe en su libro El precio de la desigualdad que lograríamos una economía más eficiente y una sociedad más justa si consiguiéramos que los mercados funcionaran como verdaderos mercados, que fueran más competitivos, menos abusivos y moderando sus excesos. Las reglas del juego son importantes no solo para la eficiencia del sistema económico,sino también para el reparto de la riqueza.Unas reglas equivocadas dan lugar a una economía menos eficiente y a una sociedad más dividida. Invertir más en nuestra sociedad (en educación, en tecnología y en infraestructuras) y proporcionar más seguridad a los ciudadanos corrientes dará lugar a una economía más eficiente y dinámica, más acorde con lo que afirmamos ser, y que ofrezca más oportunidades a un sector más amplio de la sociedad…..Es imprescindible que no sucumbamos al fetichismo del PIB. El PIB no es un buen indicador del rendimiento económico; no refleja con exactitud los cambios en el nivel de vida, definido en sentido amplio, de la mayoría de los ciudadanos, y no nos dice si el crecimiento que estamos experimentando es sostenible o no.” 
“Los monopolios y los mercados con competencia imperfecta son una importante fuente de rentas. La banca no es el único sector donde la competencia es más débil de lo que debería. Si examinamos los distintos sectores de la economía, llama la atención cuántos de ellos están dominados por dos, tres o cuatro empresas a lo sumo. Antiguamente se consideraba que eso estaba bien, que en la competencia dinámica asociada a los cambios tecnológicos, una empresa dominante podía sustituir a otra. Había competencia por el mercado en vez de competencia en el mercado. Pero ahora sabemos que eso no es suficiente. Las empresas dominantes tienen herramientas con las que eliminar a la competencia, e incluso a menudo consiguen eliminar las innovaciones.”
“A los directivos de las grandes empresas se les concede demasiado poder, demasiada deferencia hacia su supuesta sabiduría. Hemos visto que ellos utilizan ese poder para desviar una parte demasiado grande de los recursos de la sociedad anónima en su propio beneficio. Una ley que concediera voz a los accionistas en materia de remuneración resultaría muy útil. Y lo mismo podría decirse de una normativa contable que permitiera que los accionistas supieran claramente cuánto dinero les están dando a sus directivos.”

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