Pekín utiliza el dinero para hacer diplomacia, la diplomacia para hacer más dinero y ambas cosas para fortalecer su posición y la de sus empresas. Con un importante matiz, China es una dictadura de partido único donde se violan sistemáticamente los derechos humanos y donde el poder político y económico se concentra en manos de una oligarquía copada por las familias que controlan el Partido Comunista. Su régimen es responsable de al menos el 80 por ciento de las condenas a muerte que se ejecutan en el mundo, las torturas y detenciones irregulares siguen estando a la orden del día, la escasa disidencia política es aplastada y encarcelada por delitos de opinión, la censura en internet y en los medios de comunicación sigue siendo férrea, la población apenas dispone de margen para controlar los excesos de su corrupta clase política. Por muchas matizaciones a pie de página y muchas comparaciones retóricas con las democracias occidentales que se quieran hacer, el expediente de atropellos es excesivo, algo a lo que los defensores del régimen responden asegurando que se trata de un mal necesario para mantener el orden en un país gigantesco y marcado por los desequilibrios. En este sentido, y al contrario que otros países como Gran Bretaña, Noruega o Canadá, la diplomacia española ha sido pragmática y complaciente con China en las últimas décadas, con independencia del partido político en el poder. No en vano, una de las frases más repetidas por los altos cargos chinos en los encuentros bilaterales con sus homólogos españoles es esa que afirma que “España es el mejor amigo de China en la Unión Europea”.
Referencia:¿Adónde van los chinos cuando mueren? de Ángel Villarino
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