Sabemos que cada legión romana (constituida por unos cinco mil soldados de infantería) estaba asistida por 24 cirujanos. Todos los cirujanos militares usaron con destreza los torniquetes y las ligaduras para detener la hemorragia, además sabían que la amputación podía prevenir gangrenas mortales. Como es fácil de imaginar, este tipo de cirugía era tremendamente agresiva y dolorosa, por eso los cirujanos utilizaban anestesia, para lograr la cual hacían beber al paciente de unas esponjas que previamente habían sido bañadas en mandrágora. Lo que más sorprende es que estos médicos fuesen de los primeros en utilizar métodos antisépticos, pues hervían el instrumental antes de utilizarlo y no lo reutilizaban sin antes haberlo hervido, lo cual no deja de ser curioso, ya que hay que tener en cuenta que faltarán todavía muchos siglos para que los gérmenes sean descubiertos. Además, tenemos la certeza de que lavaban las heridas con acetum, un potente antiséptico. Durante el Imperio romano se utilizaba la palabra medicus, de la que derivó el vocablo médico (en griego, medeor significaba «cuidar»), para referirse al oficial médico de las unidades de combate romanas.
La enseñanza médica militar se reglamentó, y ya a principios del siglo I d. C. se exigía a todos los médicos del ejército la asistencia a la Escuela de Medicina Militar, donde recibían una formación específica.Los hospitales romanos fueron los primeros del mundo occidental y no tuvieron parangón en toda la Antigüedad, se denominaron así porque en latín valetudo significa estado de salud y enfermedad.
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