El papa Juan Pablo II a sus 19 años descubrió la injusticia social y escribe: “Hoy,después de reflexionar,comprendo con toda claridad que la idea de Polonia vivía entre nosotros, como generación romántica, pero en verdad no existía porque el campesino era muerto y encarcelado por exigir sus justos derechos al gobierno…Tenía razón y la ley estaba de su parte, pero la nación estaba mal dirigida y era engañada”. Karol Wojtyla prosigue diciendo que los hijos de estos campesinos “fueron perseguidos por todo el mundo por vientos hostiles, como en la época de los Repartos…., de manera que no se pudrirían en las prisiones de la patria..”. Wojtyla aborda la cuestión diciendo que “ nuestra liberación debe ser la entrada de Cristo…Pienso en una Polonia ateniense, pero en una Atenas perfeccionada inmensamente por la grandeza del cristianismo. Los bardos y los profetas de la esclavitud babilónica pensaban en una Atenas así. Esta nación se derrumbó, igual que Israel, porque no encontró el ideal mesiánico, su propio ideal…, eso no se cumplió”.
Este fundamento de la Polonia injusta fue el fundamento de la filosofía social y política de Karol Wojtyla como joven sacerdote, obispo en el Concilio Vaticano II y papa. La aplicó en la lucha que , como obispo y cardenal, libró contra el comunismo en Polonia porque también el comunismo era opresivo y carecía de la “grandeza del cristianismo”, y, como papa, en sus denuncias contra el “capitalismo salvaje”, por la misma razón, después del derrumbamiento de los regímenes comunistas a finales de la década de los ochenta del siglo pasado.
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