A partir del escepticismo de Descartes surgió la creencia radical de que el individuo que buscaba la certeza era alguien que se adscribía a un Dios o un rey del cual emana la verdad. Por supuesto que la Ilustración que vino a continuación dio paso al concepto de los derechos humanos y liberó a muchos de la opresión. Sin embargo, como destacan Dreyfus y Kelly, a pesar de todas sus bondades en el ámbito político, en el campo metafísico esta forma de pensar dejó al mundo desprovisto del orden y la sacralidad esenciales para producir sentido. En el mundo posterior a la Ilustración nos impusimos la tarea de identificar qué tiene sentido y qué carece de él, un ejercicio que puede parecer arbitrario e inducir un nihilismo insidioso. La aclamación metafísica del individuo autónomo que propició la Ilustración no solo conduce a una vida aburrida, manifiestan con preocupación Dreyfus y Kelly; lleva de manera prácticamente inevitable a una vida casi invivible, escribe Cal Newport, profesor en la Universidad de Georgetown.
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