Durante el siglo XVII, Holanda llegaría a ser lo que hoy denominamos una superpotencia. Mientras que la mayoría de los países europeos, aquejados de un excesivo intervencionismo, procuraban minimizar las importaciones con los estados vecinos, Holanda abrió sus fronteras, redujo los aranceles y se lanzó de un modo innovador al comercio internacional. Intercambió con Francia, España, Portugal y los Países Bálticos productos de toda índole, desde vinos hasta armas. Adicionalmente, Holanda desarrolló un sistema financiero ágil, eficiente y, sobre todo, abierto al público. El Banco de Ámsterdam empezó su actividad en 1609, en él, los nobles, comerciantes, dirigentes e incluso extranjeros podían realizar depósitos en metálico. El dinero era abundante y la sensación de riqueza reinaba en los Países Bajos. Haciendo gala de un europeísmo avanzado a su tiempo, Holanda permitió a cualquier extranjero instalarse en su país. Escritores, científicos, artistas (o ilustres pensadores como Descartes y Spinoza) viajaron al pequeño Estado centroeuropeo en busca de un entorno donde trabajar y pensar con libertad. También dio asilo a los perseguidos por motivos religiosos(puritanos ingleses, sefarditas españoles y hugonotes franceses). La llamada Edad de Oro holandesa fue sin duda una de las primeras demostraciones fehacientes de que la apertura al exterior y la liberalización de los mercados podían generar crecimiento económico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario