Una de sus últimas experiencias militares, aunque frustrante, ha sido en Argelia, donde el presidente francés De Gaulle ha renunciado a la colonia entregándosela a los nacionalistas argelinos. Él y sus colegas de las fuerzas especiales paracaidistas no se lo perdonan y crean unos batallones de la muerte conocidos como OAS, la Organización del Ejército Secreto, que curiosamente había sido constituida en Madrid, en octubre de 1961, por el general Salan y otros altos oficiales. Carrero, entonces subsecretario de Presidencia, les había echado una mano. Francia y Argelia, cada uno motivado por intereses particulares, nunca perdonarían a Franco la cobertura que facilitó a los sublevados. Durante años, los franceses y argelinos se lo hicieron pagar ofreciendo a ETA un trato de favor. Francia fue su santuario, su lugar de refugio y reposo, mientras el Ejército y los servicios secretos argelinos les facilitaron adiestramiento militar en el uso de armas y explosivos, escribe el periodista Manuel Cerdán.
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