Joseph Eugene Stiglitz, economista estadounidense, escribe en su libro Caída libre que “si todos los bancos emplean modelos similares, entonces un error en el modelo, por ejemplo, puede llevarlos a todos a conceder créditos malos, y a tratar luego de vender esos créditos al mismo tiempo. Y eso es precisamente lo que ocurrió. Todos los bancos apostaron por que no había burbuja inmobiliaria, porque los precios del sector inmobiliario no caerían. También apostaron por que los tipos de interés no subirían y que, si subían, los que habían pedido los créditos seguirían siendo capaces de devolverlos. Eran apuestas sin ningún fundamento, y cuando las cosas tomaron unos derroteros distintos de los previstos, todos se vieron en apuros, y no digamos ya el sistema mismo. Cuando un banco tiene un problema y necesita liquidar sus activos, la cosa es fácil. Cuando muchos bancos tienen un problema y necesitan liquidar sus activos, los precios de los activos caen. Los bancos obtienen menos por el activo de lo que esperaban, y sus problemas se complican exponencialmente. Ese tipo de “correlación” de interdependencia entre las acciones de varios bancos no estaba recogida en los modelos de los propios bancos. No es el tipo de cosas que la autorregulación pone en evidencia. Pero sí es el tipo de cosas que un buen regulador debería haber tenido en cuenta. Normalmente, la mayoría de los mercados funcionan razonablemente bien por sí solos. Pero eso no es cierto cuando existen externalidades, cuando los actos de una parte afectan de forma adversa a otras partes. En los mercados financieros abundan las externalidades. Sus fracasos han tenido un enorme coste para la sociedad y la economía”.
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