domingo, 4 de febrero de 2024

Dios inscribe en la humanidad la vocación del amor y de la comunión

El papa Juan Pablo II decía que "el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente". El problema de muchos jóvenes es que no saben bien qué es el amor, y llegan a confundirlo con el sexo. Pero veamos un contraste que hace Mary Beth Bonacci para conocer lo que es el amor real del amor de concupiscencia. No es lo mismo decir "amo a mis padres" que "amo comer pizza". Son amores en niveles muy distintos. Cuando digo que amo a mis padres quiero decir que me preocupo por ellos, que hago lo que sea necesario para que no les suceda algo malo; quiero el bien para ellos, estoy agradecido por todo lo que han hecho por mí, estoy dispuesto a hacer sacrificios por ellos y deseo que estemos juntos muchos años. En cambio cuando digo "amo comer pizza" quiero decir que cuando tengo hambre se me antoja una. Si el hambre es mucha, la como con avidez, la saboreo, termino chupándome los dedos y una vez satisfecho, dejo las orillas sobrantes en el plato. Esta comparación vale para ilustrar lo que es el amor real de una pasión instintiva que, finalmente, no es amor. La pregunta es, ¿cómo queremos amar y ser amados, con amor real o con amor de pizza?
El papa san Pablo VI fue muy explícito en su encíclica Humana Vitae cuando dijo que "podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada". Los seres humanos fuimos creados para el amor auténtico y real."Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión" (Familiaris Consortio 11). La sexualidad es un regalo maravilloso para vivir en comunión entre las personas, pero puede fácilmente convertirse en instrumento de mero disfrute para utilizar a otros en ratos placenteros, como cuando vamos con hambre a alguna pizzería.



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