La mayoría de los expertos están de acuerdo en que el acceso a agua corriente y a servicios higiénicos tiene efectos espectaculares sobre la salud. Existe un estudio que afirma que gracias a la introducción de agua corriente, las mejoras higiénicas y el clorado de los depósitos de agua entre 1900 y 1946 la mortalidad cayó casi hasta la mitad, y la mortalidad infantil se redujo aproximadamente el 75 por ciento durante ese periodo. Es más, los ataques reiterados de diarrea durante la infancia generan daños permanentes en el desarrollo, tanto físico como cognitivo. Se ha estimado que la conducción de agua clorada a los hogares mediante tuberías permite reducir la diarrea hasta en un 95 por ciento. La mala calidad del agua y las balsas de agua estancada también causan otras enfermedades importantes, incluyendo la malaria, la esquistosomiasis y el tracoma. Todas ellas pueden producir la muerte de un niño o convertirlo en un adulto menos productivo.
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