La lujosa reunión del Foro de Davos, que se realiza hace más de medio siglo en las montañas de Suiza, es un congreso reservado para los jefes empresariales que ansían aumentar su riqueza y los políticos que quieren perpetuarse en el poder. “Lo que me resulta sorprendente, de hecho escandaloso, en Davos, es este extraño compromiso por parte de los participantes de adoptar una mentalidad optimista”, afirmó Agnès Callamard,secretaria general de Amnistía Internacional.“Pero optimismo con el fin de mantener el statu quo y conservar mi privilegio, no es optimismo”.
La guerra en Ucrania eclipsó las discusiones de la versión 53 del congreso en 2022 y, este año, con la primera aparición en el evento del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, las demandas para la inversión de Occidente en la guerra aumentaron, tras las complicaciones de Estados Unidos de otorgar más dinero a Kiev y los fondos de la Unión Europea (UE) que siguen bloqueados por diferencias políticas locales. "Por favor, fortalezcan nuestra economía y fortaleceremos su seguridad", dijo Zelenski, presidente de Ucrania, en el podio de Davos. A esta guerra se suma otra, que acumulaba décadas de tensiones. La guerra entre Israel y Hamás en los territorios palestinos ha volcado la atención de la comunidad internacional a Medio Oriente, con consecuencias que se han trasladado al comercio internacional por los ataques de los hutíes de Yemen a los buques en el mar Rojo y las diferencias ideológicas entre Oriente y Occidente.
También se abordó el futuro y el riesgo que supone la inteligencia artificial (IA) para el sector empresarial y la sociedad en general. Aunque la nueva inteligencia llegó para aumentar la productividad, facilitar tareas que antes parecían complicadas y reducir las labores rutinarias, esta también se presenta como la herramienta que podría dejar a cientos de miles de personas sin su trabajo, o al menos no en la misma forma que lo tienen ahora. Tanto detractores de la IA como los mismos creadores coinciden en que el crecimiento explosivo de esta tecnología puede ser “demasiado” para los reguladores y que la poca normatividad a su alrededor puede generar mayor desinformación.
Referencia: France 24.
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